La vida intelectual y su desencanto, el descubrimiento del gran mundo y su hastío, el arte, la memoria, la fragilidad emocional, la locura, la ciencia aplicada a la vida cotidiana, el duelo, la paternidad, la pareja, el afán de reexaminar la propia vida desde criterios nuevos, el feminismo… Con esas palabras podríamos explicar la obra de Siri Hustvedt, la escritora estadounidense que esta mañana se ha convertido en ganadora del Premio Princesa de Asturias de las Letras. Si una de las funciones de un premio así consiste en explicar su mundo y su tiempo, la elección de Hutsvedt es maravillosa ya que uno de sus talentos consiste en dar con los temas que más nos incumben a sus contemporáneos.
Algunos datos biográficos: Siri Hustvedt, con su presencia tan impecable, es en realidad, una chica de pueblo, la hija de unos emigrantes noruegos en Minesota (Northfield, 1955) dedicados a la vida académica. Suficiente como para decantar a Hustvedt hacia el conocimiento y el arte, hacia Nueva York. La escritora llegó a Manhattan a finales de los años 70 como estudiante en Columbia y encontró así uno de los temas centrales de su obra: el deslumbramiento ante la gran ciudad y el descubrimiento de su soledad. De todos sus libros, Los ojos vendados (1992, editado en Seix Barral) es el que mejor retrata ese momento de deslumbramiento en términos más novelescos y fabuladores. Una cría de pueblo, como ella, de alguna manera acrítica con el mundo que la rodea, aparece zarandeada entre cuatro personajes extravagantes e indescifrables. El contrapunto a ese relato es Recuerdos del futuro, el último libro de Hustvedt, la transcripción de las notas setenteras de la autora. Lo que en Los ojos vendados es metafórico, en Recuerdos del futuro es concreto y real. Las emociones, en cambio, son las mismas.
Volvamos al hilo vital. en Nueva York, Hutsvedt escribió poesía, emprendió una vida académica y conoció a Paul Auster, que se convirtió en su marido. Explicar la carrera de Hustvedt desde la referencia a su pareja no podría ser más anacrónico, pero es útil. Hustvedt y Auster comparten escenarios, clases sociales y personajes. Los dos escriben sobre neoyorquinos cultos, despreocupados por el dinero, amable y escépticamente formados en la contracultura de los 70. La diferencia es que todo lo que en Paul es ligereza y alegría de vivir, en Siri es angustia.
Algunos ejemplos: Todo cuanto amé (2003) trataba dos parejas de profesores universitarios, amigos desde la carrera, vecinos en Greene Street, guapos, seguros de sí mismos y encantadores. Todo debería de ser idílico, pero el recuento de su amistad es amargo. Uno de los amigos narra su historia en primera persona desde la convalecencia, después una tragedia que ocupa el ecuador de la novela. Todo lo que parecía idílico tiende a la psicosis, la mentira y el duelo. El encanto de Todo cuanto amé es la lucidez de la voz narradora que relee su vida desde el descubrimiento de su dolor.
Releer y reexaminar son dos palabras habituales. El verano sin hombres, otra de sus novelas más conocidas, es también un relato construido sobre una mirada al pasado personal. De nuevo, partimos de un matrimonio amable y educado, que un día se tambalea cuando él pide una pausa. Su mujer, la narradora de la novela, viaja entonces a su pueblo en el Medio Oeste americano, donde se reencuentra con su madre anciana y con un puñado de personajes más o menos marginales, que la conducen en su autorreflexión.
Y aún hay más: En Un mundo deslumbrante (Anagrama), Hustvedt inventa a una artista llamada Harriet Burden, atropellada por sus colegas hombres, menos valiosos pero más competitivos, compleja y atractiva, pero también demasiado ingenua como para entender lo que estaba perdiendo en esa dejación.
Paul Auster siempre dice que Hustvedt es la verdadera intelectual de la familia, que él sólo es el chico con gracia que suele caer bien. Puede que haya una parte de falsa modestia en ese tipo de declaraciones, pero algo hay de cierto. Mientras que los libros de ensayos del autor de La ciudad de cristalsuelen estar en la frontera del periodismo o en el terreno de la crónica sentimental/de costumbres, Hustvedt es más abstracta y trata de ir más allá. La psiquiatría, la neurología y el psicoanálisis son temas habituales para la escritora (paciente crónica de migrañas), igual que el valor de la imagen y del engaño en el arte, la obra de De Koonig, Koons, Sontag, Mapplethorpe, las Guerrilla Girls y Knausgard. La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres es el título en el que buscar la el lado más intelectual de Hustvedt. Desde el título, el libro remite al tema que aún no hemos tocado: la mujer. Pero es que la mujer no es un tema concreto en los libros de la autora; es la condición que propicia todo, la incomodidad, el inconformismo y la melancolía.
Su bilbiografía la puede encontrar en este enlace: SIRI HUSTVEDT