
El escritor Arturo Pérez Reverte arrasó durante su paso por la Librería Cervantes. Minutos antes de las seis de la tarde hacía su entrada ante la expectación de muchos de los presentes. Algunos ya le esperaban desde las cuatro y media de la tarde.
Saludó, quitó su gabardina. Se puso en el atril… y manos a la obra.
La cola seguía creciendo y creciendo. Ante un frío inevitable, muchos fueron los que tuvieron que esperar en los aledaños de Cervantes. No cabía ni un alfiler.
Dentro, Reverte, firmaba y firmaba. Charlaba y charlaba con cada uno de sus lectores, alguno de los cuales le llevó regalos. Y las fotos se sucedieron.
Y las firmas. Y las charlas. Pasaban las ocho de la tarde cuando plasmó su última firma. Más de dos horas sin parar.