Varios textos infantiles viajan en una maleta desde Barcelona para convertirse en el mayor tesoro de dos niñas en una comunidad aislada en la zona rural de Cochabamba, en Bolivia

Siempre que me preparo para ir a visitar personalmente uno de nuestros proyectos, tengo la sensación de que ya he estado muchas veces allí. En la Asociación Nuevos Caminos – Nous Camins soy responsable de formular planes de desarrollo para presentarlos ante organismos e instituciones públicas y privadas, lo cual requiere conocer a detalle su funcionamiento. A pesar de que el flujo de información es continuo desde el terreno, intentamos visitarlos una vez al año para conocer, con otra perspectiva, los retos y oportunidades que puede haber en la zona.

Mientras preparo la maleta, mis hijos Pablo y Claudette me siguen por la casa bombardeándome con preguntas sobre ese mundo desconocido que voy a visitar. Giran alrededor de lo que tiene que ver con niños y niñas como ellos, y al no poder meterse en la maleta, han decidido que sean Puck y Guillermo quienes me acompañen.

La escritora inglesa Richmal Crompton creó el personaje de Guillermo Brown en 1919, inaugurando así un larga y exitosa serie de libros que lo tenían como protagonista. Guillermo está preparado para vivir una nueva aventura, y está vez tendrá como compañera a Puck, una joven intrépida creada por los daneses Knud Meister y Carlo Andersen bajo el seudónimo de Lisbeth Werner. Pablo y Claudette se han encargado de que Puck y Guillermo viajen a los Andes bolivianos.

Junto a los personajes de otros libros, se meterán en una maleta que viajará 10.000 kilómetros dentro de la bodega de un avión, cruzando así el océano Atlántico. Amanecerán en el corazón de los Andes, en Bolivia, un país que en 2017 ocupaba el puesto 118 del Índice de Desarrollo Humano. Pablo y Claudette se han quedado algo inquietos cuando les he contado que en Bolivia la gente no lee. Las estadísticas indican que solo tres de cada cien bolivianos leen dos libros al año, por eso envían a Puck y Guillermo con una misión muy clara: encontrar a niños que descubran nuevos mundos en sus aventuras. Aquí es fácil hablar de fomentar el hábito de lectura como la base para mejorar la educación de un país, pero el viaje me dejará bien claro que la realidad de la Bolivia rural es otra muy distinta.

Si bien Bolivia ha experimentado un crecimiento anual del 5% entre 2004 y 2014, y la pobreza moderada se ha reducido del 59% al 39%, en el ámbito social persisten marcadas desigualdades de bienestar entre zonas rurales y urbanas, entre hombre y mujeres, y entre población indígena y no indígena. La gran tarea pendiente del país es el desarrollo de infraestructuras que mejoren las condiciones de vida, especialmente para las comunidades rurales.

Los proyectos de desarrollo que llevamos a cabo en Bolivia tienen como base Cochabamba, la tercera ciudad más habitada del país, con más de dos millones de habitantes. Puck y Guillermo han aterrizado conmigo allí, pero su aventura no ha hecho más que empezar. Tendrán que esperar unos días para iniciar un viaje de más de cinco horas por carretera para cubrir los 150 kilómetros que separan Cochabamba de las comunidades rurales de la pequeña población de Independencia.

El viaje transcurrirá por pasos montañosos cercanos a los 4.000 metros de altitud, por verdes y hermosos valles y otros áridos y calurosos. Como los personajes de los cuentos, yo también he narrado muchas veces estas dificultades de acceso en los proyectos que presentamos, pero compruebo que no consigo hacer justicia a la realidad. Siempre es difícil que un formulario recoja el significado completo de la falta de infraestructuras adecuadas, de accesos y comunicación, y el aislamiento que esto provoca.

Llegamos a nuestro destino y encontramos a un numeroso grupo de mujeres que se reúnen allí cada semana. Ellas tienen la voluntad de luchar para mejorar sus vidas y ejercer sus derechos. Se organizan, por ejemplo, en talleres de producción artesanal como un primer paso para conformar una futura cooperativa, o trabajan para promover su participación en la vida comunitaria de forma paritaria.

Allí están también Evelyn y Lourdes, dos niñas de 10 años, hijas de algunas de esas mujeres que se saben titulares de derechos y han decidido ejercerlos. La determinación de sus madres es un ejemplo para ellas. Y ahí están los libros de Puck y Guillermo esperándolas. A Evelyn y Lourdes se les ilumina la mirada, abren los ojos como personajes de manga japonés al recibir los libros, dan las gracias educadamente y se pierden rápidas en una pequeña arboleada cercana. No pueden esperar más, se acomodan debajo de un árbol y a la sombra abren sus libros. Puck y Guillermo vuelven a cobrar vida, vuelven a ser una ventana para la imaginación, la curiosidad y el conocimiento.

Allí se queda una caja con libros sobre temas variados a disposición de la gente de esos poblados de Independencia. Allí Evelyn y Lourdes aprovecharán las reuniones semanales para intercambiar libros y comentar sus lecturas con otros asistentes, en esta ocasión son las únicas niñas. Ojalá sea una semilla para que estas pequeñas lectoras de hoy se conviertan en parte de la ciudadanía con capacidad crítica y transformadora de mañana.

Yo no quiero dejar de inmortalizar este momento para que luego Pablo y Claudette puedan comprobar hasta donde han llegado las aventuras de Puck y Guillermo.

FUENTE: EL PAÍS