Uno de los ritos de paso de todo los alumnos de idiomas era el de comprar un diccionario. Una de las cosas que asocio a mis años escolares es el ir comprando diccionarios de diferentes idiomas y el ir avanzando en la complejidad del diccionario a medida que iban pasando los años. Todos los diccionarios de mis años de escolar están ahora en algún lugar en casa de mis padres, acumulando polvo.

De hecho, comprar un diccionario ya no es necesariamente un rito de paso de un estudiante de idiomas. Cuando empecé a estudiar un idioma no hace muchos años, lo primero que nos recomendó el profesor no fue comprar una edición concreta de un diccionario, sino instalarlos en nuestro smartphone una app exacta de un diccionario.

Y, por otra parte, aunque consulto de forma recurrente varios diccionarios cada semana, no lo hago ya en el formato de siempre. Si no comprendo una palabra leyendo un ebook en algún otro idioma, uso por defecto el diccionario integrado en el ereader. Y es probable que use el diccionario de la RAE en mi día a día de forma muy constante, pero ya no lo hago con un diccionario de papel. Entro directamente en la web de la Real Academia Española. Hago otro tanto con el otro diccionario que está en mi top de uso, el de la Real Academia Galega.

Por tanto, partiendo de mi experiencia personal, los titulares que señalaban que la RAE estaba teniendo problemas para ‘colocar’ sus diccionarios de papel no parecieron tan sorprendentes. Según el académico Pedro Álvarez de Miranda, la RAE estaba regalando ejemplares del diccionario porque tenían un excedente de la edición 2014.

“No se pueden imaginar cómo están los almacenes de Espasa Calpe, llenos de ejemplares que no se han vendido. Hubo un error de cálculo clamoroso y se pensó que se iban a vender más de los que se vendieron, pero la gente prefirió no gastarse los 99 euros en el papel y esperar a la versión digital”, señaló Álvarez de Miranda. Las declaraciones se hicieron en un curso de verano y se convirtieron rápidamente en virales.

El académico también señaló que la cuestión era una “preocupación” porque el diccionario es una tradicional fuente de ingresos para la RAE. Sus declaraciones invitaban incluso a plantearse qué futuro le quedaba al papel en el diccionario. “Si se impone la racionalidad, la tirada en papel podría tener una tirada muy corta, para coleccionistas o nostálgicos“, decía.

La RAE ha desde entonces puntualizado las declaraciones del académico. Ha señalado que las únicas vías de distribución gratuita del diccionario son las donaciones a “todas las comunidades autónomas con destino a las bibliotecas públicas y a los centros educativos preuniversitarios”, “centros de enseñanza secundaria y universitaria donde se imparten cursos de español” del África subsahariana con un programa a través de las embajadas y entrega a “todos los nuevos miembros de la Fundación Pro Real Academia Española reciben cuando se inscriben como benefactores”.

“Las mencionadas son, exclusivamente, todas las actuaciones que la Real Academia Española realiza y realizará para difundir el DLE gratuito“, puntualizan. La academia también ha publicado un hilo en Twitter sobre la cuestión y ha estado puntualizando vía tuits a tuiteros y medios que han compartido las palabras de Álvarez de Miranda.

Pero aunque no se pueda ir a la RAE y llevarse el diccionario gratis para hacerles hueco en los almacenes y aunque tampoco la academia esté tirando diccionarios como caramelos la cabalgata de los Reyes Magos, las declaraciones del académico invitan a reflexionar sobre la supervivencia del diccionario de papel como ahora lo conocemos. El diccionario resulta pesado, es mucho menos usable que los diccionario que incorporamos en nuestros dispositivos conectados y no tiene más calidad que esos (el diccionario es el mismo en electrónico que en papel). Por tanto, ¿tiene sentido comprar un diccionario de papel?

FUENTE: LIBROPATAS12