
Adeline Virginia Stephen, más conocida como Virginia Woolf, nació en Londres un 25 de enero de 1882. Así que hoy celebraría su 135 aniversario.
Nada hacía presagiar por aquel entonces que aquella niña llegaría a ser considerada, años después, como una de las más destacadas figuras del modernismo literario del siglo XX.
Hizo sus pinitos en un periódico. Su padre era un reconocido novelista y su madre un auténtico bellezón.
Fue autodidacta, pero las visitas de escritores ilustres por su casa, influyeron, sin duda, en su posterior discurrir de la vida.
Una niña depresiva, dolencia que arrastraría toda su vida. Murió su madre, su hermana y poco después, su padre. Sufrió abusos por parte de sus hermanastros. Demasiado para una criatura tan sensible como Virginia.
Y todo ello, inevitablemente, influyó en su escritura. Y, claro, en su vida. Una serie de desastres y desgracias que culminaron, finalmente, en su suicidio, en 1941.
Nos dejó un buen puñado de ensayos y novelas y hoy está considerada una de las grandes renovadoras del idioma inglés.
Una vida controvertida, por los continuos rumores de su sexualidad. Pero lo importante es que fue capaz de ofrecernos lo mejor de sí misma. Escribirlo y ofrecerlo de la manera más altruista posible. Ahí están sus libros.
Ella lo fijó escrito: “Cada secreto del alma de un escritor, cada experiencia de su vida, cada atributo de su mente, se hallan ampliamente escritos en sus obra”.
¡Felicidades, Virginia!