Uno de los momentos más dramáticos mientras se prepara la bolsa de la playa está en tomar la decisión de qué leer. ¿Qué libro me llevo a la playa? La decisión es especialmente difícil cuando estás en ese momento en el que te queda poco para terminar el libro. ¿Debes llevártelo y arriesgarte a quedarte sin lectura demasiado pronto? ¿Debes llevarte dos libros? ¿Debes empezar otro? Responder a todas estas preguntas es difícil. Pero lo cierto es que este (o estos) no es el único punto de tensión al que hay que enfrentarse cuando se va a la playa y se quiere leer.También está la cuestión del formato. ¿Debo llevar un libro de papel o uno electrónico para leer en la playa?

La respuesta a esa pregunta es también muy complicada y todos tienen sus puntos buenos y sus puntos malos. Por un lado, llevar lectura en formato electrónico hace que se teman ciertas cosas. Así, está el temor a que el ereader se acabe mojando. Obviamente, nadie se va a poner a leer en la orilla del mar mientras se intenta mantener el equilibrio sobre la punta de los dedos de los pies… pero es imposible no visualizar al pobre ereader mojado e inservible. Más realista es el miedo a que se abra el bote de crema solar y deje al pobre ereader también difunto.

A todo ello se suma el temor a que alguien robe el ereader mientras nos bañamos(porque sí, mientras se toma la decisión también una se imagina a bandas de malhechores especializados en robar ereaders en las playas).

Por otro lado, el libro en papel no muere para siempre si se moja en agua (o es una muerte más fácilmente reparable), pero tiene también sus problemas. Ahí está el hecho de que si hace un poco de viento leer se convierte en algo digno de convertirse en deporte olímpico. Y, por supuesto, también hay que tener en cuenta que el pobre libro volverá de la playa como si hubiese sobrevivido a una guerra, lleno de arena y no en las mejores condiciones, por mucho cuidado que se tenga (así que nunca, nunca os llevéis un libro que os han prestado a la playa…).