• Un gran legado escrito permanece olvidado.
  • Cientos de autoras deberían ser dadas a conocer.

Retrato de Sofía Casanova.
Hoy en día se trabaja duro para conseguir que las escritoras tengan el mismo reconocimiento y visibilidad que los escritores, pero todavía se pueden apreciar grandes diferencias, sobre todo a la hora de recibir los grandes premios literarios, que permanecen casi por completo dentro del coto masculino. Si eso pasa hoy, en pleno siglo XXI, os podéis hacer a la idea de lo que pasaba con las autoras de principios de siglo y de cómo tenían que luchar para ver su obra no sólo reconocida, sino sencillamente publicada.

Hoy, 8 de marzo y Día Internacional de la mujer, no está de más que recordemos a alguna de estas autoras, cuya importancia fue clave en su momento, pero cuyo legado ha ido diluyéndose hasta casi desaparecer. Dejando a un lado ideas políticas y trayectoria vital, esta mujer de la que os hablamos hoy es un ejemplo de pasión por las letras.

Sofía Casanova nació el 30 de septiembre de 1861, dentro de una familia que, pese algunos problemas, logró darle una educación de gran calidad, convirtiéndose desde muy joven en una habitual de los círculos intelectuales de Madrid. Publicó poesía, con gran éxito, aunque su carrera dio un giro al casarse con el académico placo Winceny Lutoslawski, con quien se establecería en Polonia. Casanova viajó de manera habitual por toda Europa, conociendo a autores como Tolstoi, sin perder nunca el contacto con España, país al que volvería en 1905 tras divorciarse.

Volvió a publicar, siendo elegida miembro de la Real Academia Gallega y de la Academia Española de la Poesía. También realizó incursiones en el teatro, con la colaboración, nada más y nada menos, que de Benito Pérez Galdós.

Pero quizá su aspecto más conocido es el de corresponsal de guerra, algo a lo que llega de manera casi involuntaria. Le sorprende la invasión de Polonia por parte de Alemania visitando a sus hijas, una experiencia que narra en cartas al ABC, pro-alemán, diario que acaba por contratarla. Acabó en Rusia, donde llegó a narrar la Revolución de Octubre y la caída del zarismo. Casanova resultó herida durante la guerra y perdió parte de la visión, lo que no le impidió seguir escribiendo.

Se instaló en Polonia, pero viajó a España de manera habitual, llegando a ser considerada para el Premio Nobel de Literatura. Su experiencia en Rusia le hace desconfiar de la República en España y durante la Guerra Civil, que vive desde Polonia, se decanta del lado golpista, reuniéndose con Franco en 1938 en un acto de propaganda. Se ha comentado mucho sobre esta vertiente política de la autora gallega, aunque se considera que sus ideas conservadoras y anticomunistas le llevaron a pensar que era la mejor opción para el país.

Pero todavía le quedaba una guerra más: la II Guerra Mundial, que volvió a cogerla en Polonia, desde donde, con muchas penurias, logró llegar a España con 80 años. Se comenta que ayudó de alguna manera a la resistencia polaca durante ese periodo. Tras la contienda, volvió a Polonia con sus hijas, donde murió en 1958.

El legado escrito de Casanova es monumental, con novelas, cuentos, teatro y más de 1.000 artículos publicados en numerosos diarios y revistas. Destacó por la poesía, pero escribió también literatura infantil y juvenil, libros de viajes… hasta tradujo obras inéditas del polaco y el ruso. Su posición política general es pacifista y en contra de la guerra, algo que queda claro en la mayor parte de sus escritos, sobre todo en las crónicas de la I Guerra Mundial.

Estamos, posiblemente, ante una de las figuras clave de la primera mitad del siglo XX en España. Pocas autoras, o autores, tienen un bagaje vital como el de Casanova, cuya pasión por narrar, por contar lo que veía a su alrededor, es casi insuperable para la época. Su condición de mujer y su apoyo -aunque desde la distancia- al bando golpista en la Guerra Civil la han relegado al olvido. Del mismo modo que durante el Franquismo se machacó a autoras de gran importancia, como el grupo del 27 de Las Sinsombrero. Todo en una línea de menosprecio patológico que hay que eliminar.

FUENTE: LECTURALIA